

El Triángulo Masónico Rectificado León de Judá N.º 29 nace en el valle de Sucre – Bolivia, como una llama viva del deseo, cobijada entre columnas invisibles que han sido forjadas con el fuego de la Fraternidad, el Silencio y la Verdad. No fuimos convocados por el ruido del mundo, sino por un susurro antiguo que aún vibra en el corazón de los hombres justos.
Después de un largo peregrinaje, marcado por el rigor del discernimiento, la constancia en la virtud y la lucha contra los velos de la ilusión, se alzó entre nosotros una certeza: que la masonería no debe adormecer al alma con ritos vacíos, sino encenderla con símbolos vivos que despierten la conciencia y eleven al espíritu. Con esa luz encendida, comenzamos humildemente nuestros trabajos bajo la inspiración del León de Judá, buscando fundar una logia donde el símbolo no sea sólo emblema, sino camino.
Así nació esta construcción, cuyo nombre no es azar ni ornamento, sino declaración de principios y testimonio de una herencia espiritual: San Juan, el discípulo del Verbo; el León, símbolo de realeza espiritual y fuerza profética; Judá, el linaje mesiánico de los que buscan al Altísimo con manos limpias y corazón puro. A través de cada reunión, se alza el compromiso de custodiar lo sagrado, honrar lo esencial y transmitir, de boca en oído, los misterios que no se escriben.
Sabemos que el tiempo que habitamos no es fácil para la siembra del espíritu. Las condiciones sociales, culturales y políticas son a menudo áridas, y el ruido de lo profano amenaza con ahogar el silencio del alma. Sin embargo, la luz nunca ha temido a las sombras. La verdad nunca ha sido presa del olvido. Por ello, este Triángulo Masónico Rectifícado abre sus puertas a aquellos buscadores sinceros que anhelan más que etiquetas, más que reuniones, más que palabras.
Aquí no prometemos fama ni poder. Prometemos trabajo. El trabajo interior, silencioso y ardiente, de quien desea templarse en la verdad. Prometemos una senda donde cada símbolo sea una llave, donde cada palabra sea una semilla, donde cada silencio sea una oración. Una senda donde se honra el nombre impronunciable del Eterno, donde la espada no hiere, sino que protege el misterio.
Si tu búsqueda es auténtica y tu corazón se inclina ante lo Alto, esperamos que este TMR pueda ser para ti un refugio y un crisol, una Escuela y un Altar. Porque en el León de Judá aún ruge la Voz de lo Eterno. Porque San Juan aún vela por los que desean ver más allá del velo. Y porque el Templo Invisible aún se construye, piedra sobre piedra, en el interior del Hombre.